El Mito de la Supremacía Competitiva Americana
Por Larry Romanoff, 23 de enero de 2021
Los americanos se jactan continuamente de su
competitividad y de los milagros de su sistema capitalista depredador, pero si examinamos estas
afirmaciones con detalle no
encontramos más que patrioterismos infundados que
transforman los accidentes históricos en religión. Si analizamos los antecedentes, las empresas de los Estados Unidos rara vez han sido especialmente competitivas. Hay abundantes
evidencias que reflejan
que sus esfuerzos se dirigen sobretodo a garantizar un campo de juego asimétrico que les permita evitar enfrentarse a la
competencia real. Y, en gran parte, las principales
empresas de
los EE.UU. han tenido éxito no por sus ventajas competitivas, sino por la
presión y las amenazas que emanan del Departamento de Estado y del ejército.
Xerox fue en su día prácticamente el único
fabricante de fotocopiadoras del mundo. Kodak fue casi el único fabricante de cámaras y película fotográfica; ¿Dónde están
Xerox y Kodak en la
actualidad? Más recientemente, Motorola se convirtió en el principal fabricante de teléfonos
móviles del mundo; ¿Dónde está hoy Motorola? RCA Victor, con sede en los
EE.UU., fue uno de los mayores productores de televisores del mundo. ¿Dónde se
puede comprar hoy un televisor RCA? ¿Dónde están las grandes Pan Am World Airways y
Continental Airlines? ¿Dónde están E.F. Hutton, General Foods, RCA, DEC,
Compaq? ¿Dónde están American Motors, Bethlehem Steel, las cámaras Polaroid y tantas otras? Desaparecieron porque no pudieron hacer frente a la competencia real.
Boeing Aircraft hoy no existiría si no fuera por las vastas subvenciones que recibe del gobierno de los EE.UU. Es cierto que Airbus también recibe subvenciones, pero Boeing cuenta con miles de millones en subvenciones de los
EE.UU. para la investigación militar, destinados a
respaldar gran parte de sus gastos actuales. Hace no muchos años, IBM era el único
fabricante de ordenadores de oficina y domésticos. ¿Dónde se puede comprar a día de hoy un ordenador IBM?
General Electric fue en su día el mayor
fabricante de electrodomésticos eléctricos, luces y accesorios de iluminación. ¿Dónde
está GE en la actualidad? Transformada en una empresa financiera,
expulsada de todos los mercados de consumo porque no pudo competir en ellos. Los defensores
de IBM le dirán que la compañía abandonó voluntariamente el mercado de los ordenadores personales para enfocarse en los ordenadores centrales y en los servicios de información, pero todos
sabemos que ninguna empresa abandona un mercado rentable. Lo cierto es que IBM tuvo que enfrentarse a fabricantes que podían producir ordenadores
personales por una cuarta parte
de los costes y se vio obligada a abandonar el
negocio. Los defensores de GE afirmaron algo
parecido, pero la
realidad es que GE no fue capaz de competir en los
vastos mercados de consumo y también fue expulsada.
Los tres principales fabricantes de
automóviles de los
EE.UU. están en la misma situación. Chrysler ya ha estado en bancarrota en
tres ocasiones y sobrevive sólo gracias
a que Fiat la
ha adquirido. La gran General Motors se declaró en bancarrota y se salvó sólo gracias a 60.000 millones
de dólares en inyecciones de efectivo de los gobiernos de los EE.UU. y Canadá, dinero
que nunca se recuperará. Y a pesar de ello, GM habría desaparecido de la faz
de la tierra de
no ser por sus ventas en
China, que ahora triplican las ventas de GM en su propio país; incluso los americanos se niegan a
comprar las hastiadas y moribundas marcas de GM. Tan
solo Ford ha sido capaz de mantenerse a flote y además por muy poco. Podríamos elaborar una lista de cientos de empresas de
los EE.UU. que pensaban que eran grandes hasta que se
enfrentaron a una verdadera "competencia" y luego desaparecieron vertiginosamente. Es cierto que
hay fracasos empresariales en todos los países, pero los otros países no
se jactan de su omnipotencia divina ni de su supremacía competitiva mundial.
Los relatos del ingenio y la competitividad americana nunca fueron precisos ni válidos, sino mero patrioterismo promovido por los seguidores de Bernays para continuar
extendiendo el mito autocomplaciente del virtuoso capitalismo americano. La verdad es que las grandes empresas de
los EE.UU. prosperaron únicamente valiéndose
de la fuerza bruta, fuertemente apoyadas por su propio gobierno para limitar la
competencia tanto en el país como en el extranjero. El gobierno y el ejército de los EE.UU. siempre han
existido principalmente para intimidar a otras naciones
y economías y
someterlas, para ayudar a las corporaciones de los EE.UU. a obtener
acuerdos comerciales desleales, acceso exclusivo a los recursos y a los mercados, colonizando y subyugando eficazmente a gran parte del mundo. Las empresas americanas rara vez han
sido capaces de competir en igualdad
de condiciones con otros competidores, porque el modelo de negocio de
los EE.UU. sólo funciona sobre
la base de "tomarlo por la fuerza". Kodak, Xerox y tantos
otros iconos americanos desaparecieron cuando el terreno de juego se igualó.
Sólo tenemos que observar el mercado doméstico de los EE.UU. para darnos cuenta de la realidad de todo este asunto. Cuando los
automóviles japoneses y alemanes fueron finalmente autorizados a entrar en el mercado de los EE.UU. en igualdad de
condiciones, las empresas automovilísticas americanas iniciaron en su mayoría una larga caída hacia
la quiebra, porque no eran
competentes. Casi todos los ordenadores y dispositivos electrónicos que se venden hoy en día en los
EE.UU. son de marcas extranjeras porque las empresas americanas no pudieron competir cuando el terreno de juego estuvo igualado. Los pésimos teléfonos de Motorola tuvieron un gran éxito hasta que Nokia y otros entraron en el mercado de los EE.UU. Harley-Davidson
sólo existe gracias a un impuesto de importación del 50 por ciento sobre las motocicletas de la competencia; Ford Motors
también estaría en bancarrota si no fuera por el fuerte impuesto
proteccionista sobre los camiones ligeros. Las empresas americanas de telefonía móvil y los proveedores
de servicios de internet se esfumarían en los
tribunales de quiebras en el plazo de un año si se permitiera la entrada de empresas extranjeras
en el mercado. Cisco Systems, el gran promotor americano de infraestructuras de Internet, sería
relegado en un plazo de tres meses a ensamblar Playstations para
Sony si se diera a Huawei libre acceso al mercado de los EE.UU. La historia es la misma para innumerables empresas americanas que en su día fueron dominantes
en su mercado interno, pero que desaparecieron rápidamente cuando se eliminaron
los aranceles y derechos
comerciales proteccionistas y los productos extranjeros pudieron entrar en los EE.UU. en condiciones
justas o iguales. Las empresas dominantes de los
EE.UU. que sobreviven hoy en día son capaces de hacerlo
principalmente gracias al proteccionismo desenfrenado y a los oligopolios creados por el gobierno
de los EE.UU. para garantizar su supervivencia.
Durante un tiempo, los bancos, las empresas de radio y televisión, los editores de medios impresos y otras empresas de los EE.UU. estuvieron fuertemente restringidos en
cuanto a las fusiones y adquisiciones sobre la base sólida de
que la sociedad necesitaba
ser protegida de la naturaleza depredadora de la propiedad concentrada. Pero durante los
últimos 50 años, las élites que
controlan las grandes corporaciones de
los EE.UU. han ejercido una enorme influencia sobre el gobierno para
eliminar las restricciones internas a los monopolios, y finalmente su
influencia política tuvo éxito hasta el punto de que hoy en día toda la nación cuenta tan solo con unas pocas empresas de medios de
comunicación, fabricantes de automóviles, empresas farmacéuticas,
compañías petroleras, empresas de telecomunicaciones y grandes bancos. En todos los casos, las empresas
fueron compradas, fusionadas, engullidas o llevadas a la quiebra hasta que sólo quedaron unas pocas empresas de gran tamaño.
Antes sólo se permitía a las corporaciones bancarias americanas operar dentro de un único estado, en parte para asegurarse de que los depósitos locales se
convirtieran en préstamos para el desarrollo local en lugar de ser desviados para desarrollar otras regiones
más ricas. Pero los poderosos banqueros de la costa este, fuertemente apoyados
por la FED, convencieron al gobierno de que todos esos pequeños bancos
regionales necesitaban "competencia" para hacerlos "más
eficientes" y llevarlos a las grandes ligas del mundo financiero moderno.
Y, por supuesto, una vez recibida la aprobación, la mayoría de los bancos
locales fueron comprados, atraídos por una fusión, llevados a
la quiebra o forzados a abandonar el negocio, y en
la actualidad un pequeño número de bancos controla la mayor parte de
la economía de los EE.UU. Y, como era de esperar, los nuevos megabancos desviaron los depósitos
locales hacia las zonas más ricas, aumentando así enormemente la disparidad de ingresos de la nación y liberando al gobierno de
su control del desarrollo regional. Todas las alegaciones sobre la
necesidad y los beneficios de la competencia eran falsas. El propósito de estas
fusiones y compras nunca fue el
de fomentar la competencia, sino eliminarla. Hoy en día, un pequeño número de importantes bancos de los
EE.UU. controlan la mayor parte de los negocios de la nación, y
en lugar de competir entre sí de manera
significativa, generalmente conspiran juntos para saquear a sus
clientes. Cuando existe una verdadera competencia, los consumidores tienen opciones, pero ¿qué opciones tenemos con los bancos? Puedes dejar un banco que te ofrece un servicio deficiente
mientras te engaña para irte a otro banco que te ofrecerá un servicio deficiente mientras te engaña.
El sistema de telefonía móvil de los EE.UU., un oligopolio,
es el más caro y disfuncional del mundo. Un teléfono inteligente con acceso a Internet, que se puede conseguir fácilmente en China por menos de 100 yuanes al mes ($15.00), costará 200 dólares mensuales en los EE.UU. Las tarjetas
SIM no se pueden quitar, para evitar que los clientes cambien de proveedor; desbloquear el teléfono para
permitir su uso con otra compañía telefónica o en otro lugar supondrá una multa de
500,000 dólares y una condena de diez años de cárcel, protegiendo así al oligopolio de la competencia. Como todos los sistemas americanos, el sistema de comunicación fue
diseñado por y para el beneficio de la empresa privada, destinado a mantener
cautivos a los consumidores y a
exprimirles cada dólar que tengan. Nunca fue
concebido como una infraestructura ni se diseñó pensando en lo que era mejor
para los consumidores o la nación. Por el contrario, el sistema de telefonía móvil
de China es el mejor del mundo. Es el más barato y el más cómodo, fluido y completo, porque fue diseñado como una infraestructura social para el beneficio de la nación y no como una mina de oro para unos pocos
miembros de la élite.
Este patrón prevaleció en la banca,
el transporte, las telecomunicaciones, los medios de comunicación, la industria
petrolera y tantos otros, creando una situación en la que estas gigantescas empresas pudieran dominar
totalmente una industria para controlar no sólo los precios y los niveles de
producción, sino también las tasas de inversión futura e innovación tecnológica
en estos sectores industriales. Las innovaciones que escapaban de esta red capitalista pronto eran expulsadas del negocio o eran compradas y fulminadas. Estos son precisamente los mismos argumentos que las empresas americanas y el gobierno de los EE.UU. utilizan hoy en
China con el objetivo de presionar al gobierno para que abra los sectores industriales a las multinacionales de los
EE.UU., alegando los beneficios de la competencia y la necesidad de eficiencia como
credenciales necesarias para entrar en el mundo moderno. Estas alegaciones son una farsa tanto en la actual China como lo fueron en
su día en los EE.UU.
De forma similar a su mítica inventiva y su
espíritu emprendedor, los nostálgicos y mal informados americanos suspiran
hoy por "devolver el orgullo a lo que una vez fue el estándar global de creatividad, calidad y estilo en los
productos manufacturados:
la marca en todos nuestros productos que dice 'Made in
the USA'". Pero esto no se trata más que de
otro mito americano. Los EE.UU. nunca fueron un estándar mundial de nada, excepto de
armamento y tal vez de pornografía, e incluso entonces se
lo robaron en
gran parte a Alemania y Japón. En su mayoría, los productos americanos, como sus automóviles, siempre han sido una porquería. Es cierto que
han surgido algunos productos
de calidad aceptable en los EE.UU., pero estos
siempre han sido minoritarios y los pocos ejemplos utilizados como prueba de esta alegación son prácticamente
los únicos ejemplos con los que
contamos. Los americanos nunca han sido capaces de producir máquinas
o herramientas que puedan
igualar a
las de Alemania, o zapatos y ropa tan finos como los de
Italia, o vinos y productos alimenticios tan buenos como los de Europa.
Constantemente se nos recuerda que los
americanos, siendo tan
creativos e innovadores, gastan enormes cantidades de dinero en I+D, pero estas
afirmaciones son escuetas en detalle y por lo tanto disfrazan los objetivos de la I+D corporativa de los EE.UU. Las empresas de
la mayoría de los países invierten en investigación para fabricar productos de
mayor calidad y mayor fiabilidad o durabilidad, pero las empresas de los EE.UU. suelen estar interesadas sólo en
encontrar la manera de producir más barato para aumentar la rentabilidad. Las grandes empresas americanas destinan al menos el 60% de todo su presupuesto en I+D en métodos para reducir los costes, siendo la calidad del producto la
que inevitablemente
sale perdiendo. La inversión americana en I+D no es más
que una especie de carrera hacia el abismo, en la que todas las
empresas compiten para descubrir nuevas formas de sustituir
unos materiales por
otros de menor calidad y fabricar
un producto más barato que se pueda vender al mismo
precio. Muchos de los componentes son internos y
la calidad de los materiales no es evidente para los
consumidores, pero en el caso
de los que son externos y están sujetos a la evaluación del
consumidor nos
encontramos con una América
superficial en su mayor
esplendor. Los fabricantes realizan pruebas de consumo de sus
"innovaciones" de I+D para determinar si el público es capaz de
detectar las sustituciones de
menor coste, con el objetivo de degradar la calidad y el coste del
producto tanto como sea posible de una forma que no sea evidente para el consumidor. Lawrence Mishel, Presidente del
Instituto de Política Económica, escribió que "Estados Unidos es un país
interesado únicamente en encontrar el camino más corto hacia el producto más barato".
A pesar de toda la mítica
propaganda, los americanos nunca han dado mucho valor a la mano de obra cualificada, y la calidad de los productos
americanos lo ha reflejado durante los
últimos 200 años. Ni el pueblo americano ni sus corporaciones han valorado nunca la calidad de los productos, ya
que las personas han sido programadas durante generaciones para valorar la
superficialidad y la apariencia por
encima del contenido, lo que finalmente ha dado lugar a la casi mundialmente sociedad de productos
de usar y tirar de baja calidad que vemos hoy en
día. Uno de los
principales efectos de este
comportamiento de usar y tirar se refleja en el uso que hacen los americanos de la tecnología. Las empresas de Alemania, Japón, China y gran parte de
Europa aprovecharán las nuevas tecnologías para fabricar mejores productos y de
mayor calidad, mientras que los americanos las utilizan casi siempre
para reducir sus costes de producción y aumentar sus beneficios. La calidad del producto es siempre la perdedora. Incluso hoy en día, un Volkswagen alemán que requiera reparaciones
después de un año de uso es una anomalía; mientras que
un Buick americano que no lo hace, es un milagro.
*
Los escritos del Sr. Romanoff
se han traducido a 28 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150
sitios web de noticias y política en más de 30 países, así como en más de 100
plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario
jubilado. Ha ocupado cargos ejecutivos de alto nivel en empresas de consultoría
internacionales y ha sido propietario de un negocio de importación y exportación
internacional. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai,
presentando estudios de casos en asuntos internacionales a las clases
superiores del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo
una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es
uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney
"When China Sneezes (Cuando China Estornuda -- Capítulo 2 -- Tratar con Demonios )". Su archivo
completo puede verse en https://www.moonofshanghai.com/ y http://www.bluemoonofshanghai.com/.
Puede ser contactado en: 2186604556@qq.com
Copyright © Larry
Romanoff, Moon
of Shanghai,Blue Moon of Shanghai,
2021
Traducción: Aix