Por Larry
Romanoff para el Saker
Blog
31 de enero de 2021
Traducción: PEC
Este
ensayo es una introducción al tema de la Propaganda de Masas y, tal vez más
importante, a una breve serie de artículos que detallan cómo Estados Unidos ha
sido durante más de 100 años la nación más propagandizada y con más lavado de
cerebro del mundo. La historia de esto ha sido enterrada durante generaciones,
pero los hechos son indiscutibles. Uno de los elementos más importantes de esta
historia, como veremos, es el empleo de la propaganda en el marketing bélico
americano.
Parafraseando
a Michael Lewis, "una de las cualidades que distingue a los americanos de
otros pueblos es su ingenua convicción de que todo extranjero desea ser uno de
ellos, pero ni siquiera el más celoso patriota japonés se hace ilusiones de que
otros pueblos quieran ser japoneses". Los americanos no sólo creen que
todo el mundo desea secretamente ser como ellos, sino que creen que ninguna
nación puede tener éxito o incluso progresar sin ser como ellos y adoptar todo
el sistema de valores americano. No es posible. No hay alternativas al estilo
americano, y si las hubiera, Dios se disgustaría con ellos.
Las élites
del gobierno y la corporatocracia americana inventaron, y durante 200 años
promulgaron, el concepto de "destino manifiesto", una propuesta
teológica que "fusionaba el engaño religioso con la hipocresía y el
racismo sin límites" en una teoría popular según la cual Dios encomendaba
a los americanos gobernar el mundo. Reinhold Niebuhr escribió que lo que
prometía un dolor sin fin era la arrogante convicción de los americanos de que
"la Providencia ha convocado a Estados Unidos para que sea el tutor de
toda la humanidad en su peregrinaje hacia la perfección". (1) Estas ideas
de Excepcionalismo Americano y Destino Manifiesto se apoyan en la piedra
angular de una cultura política omnipresente infundida con el concepto
religioso de una especie de pacto con Dios. "El envoltorio de las guerras
de agresión, el genocidio y el imperialismo, con el camuflaje de la libertad
con un giro dirigido por Dios, son viejos trucos de propaganda que se han
utilizado para engañar a las masas americanas a lo largo de la historia del
país hasta el momento actual". (2) Hasta el día de hoy, la mayoría de los
americanos creen fervientemente que todas las guerras injustificadas y
criminales de su nación se llevaron a cabo para "hacer el mundo seguro
para la democracia".
Los
políticos americanos y sus aliados en el ejército, en Hollywood, en la
industria editorial, en los negocios y en la banca, crearon deliberadamente y
luego explotaron la lealtad nacionalista de un público crédulo y desinformado
para moldear las percepciones y los valores a gran escala. Los americanos han
sido programados con una política basada en la religión durante generaciones,
enseñándoles a ver el mundo como blanco y negro, bueno y malo, a creer que sólo
las virtudes y los valores americanos eran buenos para la humanidad y que
siempre triunfarían. Sus mitos históricos fabricados les enseñaron que ellos,
sus líderes y su nación eran morales, justos y rectos, benefactores
desinteresados del mundo, que luchaban contra el mal dondequiera que se
encontrara. Todo estaba distorsionado, basado no sólo en la desinformación sino
en el engaño. La imagen de Estados Unidos de sí mismo, y su imagen de las
naciones y los pueblos del mundo, fueron trágica y superficialmente
tergiversadas para crear la narrativa de la superioridad moral americana.
La mayoría
de las fiestas americanas que no son obviamente religiosas, como la Navidad,
están impregnadas de matices políticos y religiosos, y muchas de ellas
refuerzan los mitos históricos de la fundación o el desarrollo de su nación. Se
despiertan sus falsos recuerdos históricos, así como sus emociones patrióticas
y sus convicciones espirituales, creando una especie de adhesivo que crea un
falso sentido de identidad social. Todo el concepto de nacionalidad americana
se basa en esta religión política pervertida, creando una identidad nacional
extremadamente ideológica que se refuerza casi a diario para evitar su colapso.
Pero es lo
único que tienen. Ser americano no es estar ligado a una raza o a una lengua
común, ni a la historia, ni a la cultura o la tradición. En todo esto, los
americanos están vacíos, desprovistos de cultura y de civilización, carecen de
tradiciones, de creencias o de historias comunes. Los americanos sólo tienen su
religión política subestándar para unirse, y no hay nada más para ellos,
ninguna comunidad o pertenencia más allá de ser un miembro de este
"equipo", siendo su ideología política el único adhesivo. Toda su
existencia americana se basa en esta falsa narrativa ideológica, todo el
régimen se basa en estos mitos y fábulas político-religiosas moralistas. Si
exponemos y destruimos los mitos, obligando a los americanos a enfrentarse a
las verdades desnudas de su nación, toda la narrativa se derrumba, y si la
narrativa se derrumba, el régimen no puede mantenerse.
Alguien
escribió acertadamente que el patriotismo americano puede entenderse mejor como
el mayor caso de histeria colectiva de la historia. Pero, de nuevo, es todo lo
que tienen. No hay nada más. Es lo único que ancla la vida de los individuos.
Toda su sociedad, su identidad, el núcleo mismo de la psique americana, se
basan en esta orgía histérica de una religión política que lo incluye todo.
Como no tienen nada más de sustancia como pueblo o nación, este macartismo
moderno es lo único que impide el colapso de la identidad americana. Como
alguien señaló, si Francia se disuelve, los franceses siguen siendo franceses.
Si Estados Unidos se disuelve, los americanos no son nada.
Por todo
esto y por mucho más, Estados Unidos es un país extremadamente ideológico, con
el nacionalismo americano formando un poderoso patrioterismo fabricado que
descansa sobre los pilares gemelos de un sistema político multipartidista
disfuncional y tergiversado, y en un capitalismo brutal e interesado, todo ello
envuelto en el sudario de un cristianismo peligrosamente primitivo y sacrílego.
Los
americanos tampoco pueden entender o comprender los conceptos de civilización
de otras sociedades. Para ellos, las referencias de una nación a la cultura o a
la civilización son sólo excusas baratas para evitar lo inevitable, que es
convertirse en clones americanos, adoptando los llamados valores e
instituciones americanos. Los americanos no saben nada de otras naciones o
culturas, aparte de su presunta gran inferioridad. Pocos americanos tienen capacidad
o inclinación para aprender otro idioma, y aún menos saben algo de la historia
o la cultura de otras civilizaciones milenarias más antiguas que la suya.
Entienden el consumismo y se enorgullecen de sus derechos, utilizando la
beligerancia y el darwinismo social (el sueño americano) como sustituto de la
civilización, la cultura y la humanidad.
Desde su
nacimiento, los americanos han estado tan abrumados por la propaganda, tan
impregnados de su superioridad natural y de su excepcionalismo otorgado por
Dios, que sencillamente no pueden soportar que ningún pueblo sea diferente a
ellos, y su cristianismo primitivo y violento les dicta que conviertan o maten
a cualquiera que sea diferente. Estas actitudes profundamente arraigadas
afectan a todo el espectro de la experiencia humana, y se manifiestan en el
patrioterismo sin sentido en el que toda actitud o creencia americana, por
vacía que sea, se convierte automáticamente en un valor universal y un derecho
humano. Una conocida americana afirmó una vez que el derecho de su mascota a la
comida para perros era un "derecho humano" y, por tanto, estaba
incluido en la definición de democracia.
Los
americanos no sólo universalizan casi todo, sino que, debido a la infusión del
cristianismo en sus creencias políticas, lo moralizan todo, lo que se traduce
en "tu manera no sólo es diferente, sino que está mal", es decir,
moralmente mal. Y esta actitud, que les permite tomar el terreno moral más alto
en cada cuestión discutible, se obtiene de su herencia cristiana de derechas:
la creencia de que todo lo que hacen es "correcto" porque Dios está
de su lado. Por lo tanto, adoptan una posición inexpugnable (en su mente) de
que todo lo que hacen, por brutal, repulsivo, inhumano o deshonesto que sea,
está justificado por su inherente rectitud moral derivada de la aprobación de
Dios. Dada la beligerancia natural de los americanos, estas actitudes se
manifiestan en un alarmante afán por utilizar la violencia para imponerle sus
valores, sus instituciones y su voluntad a todas las demás naciones.
Esta es en
parte la razón por la que los americanos se entrometen tanto, y la razón de su
patológica atención a otras formas de gobierno. Por eso, un editorial de un
periódico declaró recientemente sobre Siria: "Aunque fuera ilegal que nos
entrometiéramos, seguiría siendo correcto". Así que deberíamos derrocar a
un gobierno legítimo simplemente porque no mantiene nuestros valores
americanos, los valores de Dios, y podemos ignorar las leyes del hombre porque
respondemos a una autoridad superior. La muerte y la miseria infligidas son
irrelevantes en este contexto. El pueblo americano ve la intromisión en los
asuntos de otras naciones porque "es lo correcto", y es lo correcto
porque es la voluntad de Dios.
El pueblo
americano es ingenuo, crédulo y simplón, al menos en los asuntos exteriores de
su país. Su gobierno siempre miente, y ellos siempre se creen las mentiras. Los
cientos de intervenciones en el extranjero, las guerras, los golpes de estado,
las invasiones, siempre se han presentado como misiones para rescatar a las
personas menos afortunadas, y los americanos siempre aplauden, aparentemente
ajenos a la carnicería y a la miseria que infligen. El presidente americano
McKinley dijo que iba a la guerra de Cuba para detener "la opresión a
nuestras puertas", y le aplaudieron. El presidente Taft dijo que estaba
derrocando al gobierno de Nicaragua para promover el "verdadero
patriotismo", y ellos lo aclamaron. George Bush destruyó y esclavizó a
Irak para "encontrar armas de destrucción masiva", y lo aclamaron.
Obama destruyó Libia para "liberarla", y lo aclamaron.
Una
respuesta pública idéntica se obtiene con los asesinatos patrocinados por el
Estado americano. En el pasado se trataban de operaciones secretas y
encubiertas, pero hoy se llevan a cabo abiertamente y se convierten en actos de
relaciones públicas. La legislación americana se ha reformulado para permitirle
al presidente de los Estados Unidos ordenar el asesinato de personas de
cualquier país sin aportarle ninguna prueba a nadie, y hacerlo sin cargos ni
juicio. Al igual que con la tortura, la maquinaria propagandística ha
redefinido la "democracia, la libertad y los derechos humanos" para
incluir estos asesinatos como parte de la religión político-cristiana
americana, certificada por el fiscal general de los Estados Unidos, Eric
Holder, al afirmar rotundamente que estos asesinatos del gobierno "no se
apartan de nuestras leyes y valores americanos."
Esta
propaganda es eficaz. La misma ingenuidad crédula de generaciones de intensa
programación ha creado un amplio apoyo público a estos asesinatos. Bush hizo
ejecutar a Saddam Hussein en un ahorcamiento público, y los americanos lo
aclamaron en las calles. Moammar Khadaffi fue capturado, sodomizado con un
enorme cuchillo, y luego le dispararon en la cabeza, y aplaudieron en las
calles. Obama fingió el asesinato de Osama bin Laden, y lo aclamaron en las
calles. Los americanos fabrican su historia creando mitos populares y
convirtiendo incluso un asesinato criminal en una ocasión de celebración por
estar en el equipo ganador. Sólo en los Estados Unidos cientos de miles de
personas celebran en las calles la noticia de que su líder acaba de matar a
alguien que no le gustaba de otro país.
En esto,
como en prácticamente todos los demás aspectos de los asuntos exteriores, es
necesario no olvidar nunca que la democracia es una moneda con una sola cara.
Recordarán la situación en Irak, donde Estados Unidos le tendió una trampa
deliberadamente a Saddam Hussein en el asunto de la invasión de Kuwait, y luego
le traicionó. Tras la "liberación" de Kuwait, Estados Unidos propagó
la acusación de que Saddam acordado con George Bush que le traicionara. No se
presentaron pruebas, pero si la acusación fuera cierta, no sería una sorpresa.
En respuesta, Estados Unidos bombardeó Irak porque, según el presidente
Clinton, el bombardeo "era esencial para ... afirmar la expectativa de un
comportamiento civilizado entre las naciones". El bombardeo de civiles
inocentes aparentemente se ajusta a la definición de "comportamiento
civilizado". Yo puedo matarte, pero tú no puedes matarme a mí. Me encanta
la democracia.
Volvamos a
Libia por un momento. Vimos el esbozo de las verdaderas razones por las que el
gobierno de los EE.UU. destruyó esa nación e hizo matar a su líder: fue por el
beneficio comercial, militar, político y financiero, pero en las profundidades
superficiales de la crédula mente americana, su gobierno derrocó a un brutal
dictador y liberó a su pueblo por razones humanitarias. Escuchen a Hillary
Clinton: "Estoy orgullosa de estar aquí en el suelo de una Libia libre.
Estados Unidos se enorgullece de haber estado a vuestro lado en vuestra lucha
por la libertad y seguiremos estando a vuestro lado mientras continuáis este
viaje. Este es el momento de Libia. Esta es la victoria de Libia y el futuro os
pertenece". El presidente Obama, el gran cristiano americano y ganador del
Premio Nobel de la Paz, fue igualmente encantador, declarando que la muerte de
Khadaffi era "un día trascendental" y diciendo sin aliento a las
ovejas americanas que gracias a la destrucción total de Libia "se han
salvado innumerables vidas". Mentiras de esta magnitud deberían ser
castigadas con la horca.
Y aquí
radica parte de la tragedia de los Estados Unidos, y la razón por la que el
país acabará implosionando: la enorme desconexión entre la ideología propagada
al pueblo y la brutal realidad de la delgada capa de élites que dirige su
gobierno y su ejército, sus corporaciones, bancos y medios de comunicación. No
hay ninguna otra nación cuya población tenga una brecha tan grande entre el
mito y la realidad, entre lo que el pueblo cree que ha hecho su gobierno y lo
que realmente ha hecho. Cuando el pueblo junte algún día las piezas, Estados
Unidos tendrá otra revolución; no creo que nada pueda impedirlo. No en vano
George Bush padre dijo: "Si el pueblo supiera lo que estamos haciendo, nos
colgaría en las calles". Tal vez un día, pronto, lo hagan.
SIGUIENTE: Bernays y la Propaganda -
Parte 1
*
Los
escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 30 idiomas y sus
artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en
más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff
es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado cargos ejecutivos de
alto nivel en empresas de consultoría internacionales y ha sido propietario de
un negocio de importación y exportación internacional. Ha sido profesor
visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando estudios de casos en
asuntos internacionales a las clases superiores del EMBA. El Sr. Romanoff vive
en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros
relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que
contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney (Cuando China Estornuda --
Capítulo 2 -- Tratar
con Demonios )" ". Su archivo completo puede verse
en https://www.moonofshanghai.com/ y
http:// www.bluemoonofshanghai.com/.
Puede ser
contactado en: 2186604556@qq.com
Notas
(1) https://williamblum.org/aer/read/100
(2) He
perdido la fuente de esta cita.
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